Tras haber sido enterrada la matriarca de los Petrova junto a un valioso joyero de oro y diamantes, la música de dicho cofrecillo sigue resonando en la mansión familiar cada noche puntualmente a las nueve y cuarenta y tres.
Antonina, primogénita de la familia, sospechando que tan misterioso suceso responde a un intento desesperado de su difunta madre por reconciliarse con su otra hija, contrata los servicios de un afamado parapsicólogo español para que actúe de mediador entre ellas y el Más Allá.